sábado, 29 de septiembre de 2012

Y el frigo se apagó

Ya estaba fuera. Y solo quería marcharme de allí. No se trataba de una huída; simplemente no quería que saliese gente de trabajar y tener que despedirme en la puerta y con la mochila puesta diciendo eso de "que os vaya bien, ya nos veremos por ahí".

La suerte hacía meses que estaba echada, es cierto. Pero siempre esperas un correo de Recursos Humanos diciéndote que bajes a hablar con ellos. Bueno, no. Más que esperarlo es algo que deseaba porque era más que consciente de que no iba a ocurrir. Y no ocurrió, claro.

¿Sabéis? Es jodido irte de un sitio después de estar sentado un año en el mismo sitio. Que sí, que sí, que ya sabía que tenía fecha de caducidad desde septiembre del año pasado pero eso no quita para que me moleste. Porque nos hemos habituado a esta mierda de sistema que exprime a titulados al máximo hasta que dejan de serle rentables. Perdón; hasta que empiezan a ser menos rentables porque pasan a cobrar un sueldo digno. Porque si es cierto que yo conocía el día de mi salida de la empresa también lo es que las condiciones en cuanto a sueldo y vacaciones son lo más parecido a la esclavitud legal.

Bueno, tras la pataleta de rigor (mis 643.95 euros mensuales me dan absoluto derecho a ello y si no me lo dan yo me lo tomo) solo me queda agradecer a un montón de gente un montón de cosas.

A mis compañeros más cercanos físicamente por los buenos ratos pasados en torno a los pinos y a las conversaciones insustanciales entre plano y plano.

A los más cercanos socialmente, siempre con un café de 32 céntimos (ahora 33) en la mano a eso de las 10:30. Con cualquier tema "interesante" que tratar, desde la farra del fin de semana a cuánto pesa un atún.

A todo el departamento de R&D por enseñarme que es esto de la ingeniería. Con paciencia y sin mandarme a la mierda, cosa que podríais haber hecho alguna vez.

A todos (debería decir todas, porque erais mayoría) los que os juntabais conmigo en el comedor a comer y a contar batallas. He aprendido cantidad de cosas de bodas, embarazos, reglas y depilaciones. Seguro que algún día me viene bien todo eso.

A ti; que me cruzaba contigo por el pasillo de Koxka y me saludabas.

Y también a los de fuera. A todos los que escuchábais mis rayadas acerca de frigoríficos o de que hay un montón de piezas mías de plástico en el supermercado de El Corte Inglés de Pamplona solo puedo agradeceros que no me tapaseis la boca con un "calla canso que nos da igual".

Y por qué no; pedir disculpas. A todo el que se haya sentido ofendido por cualquier cosa. No era mi intención, lo siento.

Tendría más cosas para decir pero no me voy a alargar. Comienza una vida nueva con otros objetivos y otra gente. Ya os iré contando.

Un abrazo fuerte. Nos vemos por la vida.


José Mari Jaurrieta, Jau.

En el sillón de mi cuarto, a las 14:40 horas del sábado, 29 de septiembre de 2012.

domingo, 20 de mayo de 2012

El Casar, tan cerca..., tan lejos

Este es un texto que he escrito en 14 minutos desde que me han informado que esta noche acaba un concurso de Cercanías Renfe de microrrelatos (99 palabras). Así que a ello me he puesto. Porque, además, me apetece relanzar este blog. A ver si lo consigo.

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El bip-bip-bip de la puerta me indicó que la siguiente parada sería la del fin de mi viaje. La gente leía sentada  mientras dentro de mi crecía la emoción.

Un viaje cortísimo. Lo justo 16 minutos de Atocha a El Casar, en Getafe. Un viaje barato. Menos de 2 euros por el traslado. Un viaje esperado después de tanto tiempo de SMS, correo electrónico y videollamadas. El trayecto a volver a verle, a poder abrazarle. Para poder contarle a la cara todo eso que bullía en mi cabeza. Un trayecto para…

- Próxima estación: Getafe Industrial.
Mierda.

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Jau, entre las 23:45 y las 23:59 del domingo, 20 de mayo de 2012

martes, 27 de marzo de 2012

Es triste pedir pero más triste es que me robes... ¡la palomilla del sillín de la bici!

Este texto se podría haber titulado perfectamente "Más frío que robando ferretería barata".

Al tema. Resulta que hace unos minutos me encontraba bajando por la Calle Chapitela hacia la Calle Mercaderes para recoger mi bicicleta y volver a casa tras tomar unas cervezas. Imaginaos que iba diciendo "titirí, titirí" o algo así.

Ha sido un día típico de currelo haciendo frigoríficos para que compréis cuajadas de marca blanca algo recortado porque me he ido a firmar mi nuevo contrato que me ligará a la empresa hasta septiembre de 2012. (Cláusula de resicisión prohibitiva. Abstenerse gigantes de la refrigeración comercial). ¡Septiembre de 2012... guau! Así se ata a las jóvenes promesas del R-404.

Bueno, movidas laborales aparte os decía que bajaba a por mi bici. La veo desde lejos. Tan bella, tan dorada, tan de segunda mano. Siempre que me acerco a mi velocípedo le suelo comentar a quien venga conmigo que han robado el suyo. Nos disponemos a liberar nuestras bicis de la cadena cuando veo que el sillín está muy bajo. Qué raaaaaro... se me habrá bajado.

Y sí, se ha bajado. Pero porque a alguien se le ha ocurrido que mi palomilla del sillín, doradica ella, era digna de ser robada. Porque el sillín estaba candado al cuadro y no se lo podía llevar. El caso es que el que ha mangado el artefacto de metal se ha ido con él a casa tan contento dudando si ponerlo sobre el tapetito de punto de su abuela o como picaporte en la puerta del salón.

Así que el trayecto a casa lo he hecho de Pamplona a Burlada con el sillín totalmente bajo simulando a los que van a hacer piruetas al skate park. Solo me faltaban los dos tubicos en el eje trasero.

Pues el que se ha pegado el trabajo de darle vueltas hasta soltarlo en una de las calles más concurridas del Casco Viejo que sepa que me da igual. Que al llegar a casa le he puesto el tornillo y la tuerca de una bici vieja y punto (previo reagujereado de la arandela ya que las métricas 6 y 8 no casan; gracias vecino por echarme un cable). Que dentro de unos días se dará cuenta de que ese trasto le ocupa sitio en un cajón y será consciente de que es un "pringao" por haberlo robado. Y que si le da por seguir robando cosas algún día le pilla la policía y le caerá la del pulpo. Y mejor que sean los municipales porque como sea alguien al que le ha robado y no sea un tirillas como yo...


Jau, a las 21:53 del martes, 27 de marzo de 2012.

sábado, 14 de enero de 2012

Un gay en el mundo del rugby... y es árbitro

"Un mundo de hombres". Así se podría definir desde fuera el mundo del rugby. Un deporte que se juega con balón oval pero en el que no hay ni touchdowns, ni quarterbacks, ni se llevan casco y hombreras. Eso se llama fútbol americano.

Pues en este mundo, aparte de Bryan Havana, O'Driscoll y Dan Carter, se mueve un tipo de camiseta amarilla y silbato en la boca de gran personalidad y curiosa historia. Nigel Owens, galés nacido en una localidad de nombre indescifrable e inpronunciable, Mynyddcerrig, nunca destacó como jugador de rugby. Es más; en el equipo del colegio falló un golpe de castigo en el último minuto de un partido y el entrenador le dijo,

- ¿Por qué no te dedicas a arbitrar o a algo así, eh?

Y cogió un silbato con 19 años. Pero no se atrevía a pitar su decisión más importante. Se convirtió en un adicto a los anabolizantes y con 24 subió a lo alto de una colina y se metió entre pecho y espalda un bote de tranquilizantes. Se sentó y esperó que la muerte llegase llevándoselo todo con él. Y en ese todo entraba también su secreto. ¿Cuál? Simplemente que era homosexual. No podía convivir con ello. Pero llegaron los servicios de emergencia y le devolvieron a su lugar en un diminuto condado de Gales.

Este trance le marcó el camino. Dejó de lado las sutancias perjudiciales y en pocos años se convirtió en árbitro internacional; un selecto club en el que muy pocos entran. Pero el mundo en el que se movía estaba demasiado impregnado de testosterona. El rugby era un deporte de contacto, "de machos" se podría decir. Y él era un homosexual dentro de ese enjambre. El miedo al rechazo, a pesar del férreo respeto al colegiado en este deporte, era demasiado fuerte.

- El aficionado al rugby es muy respetuoso con los jugadores y sobre todo con el árbitro. Pero, ¿escucharé comentarios homófobos en mi contra desde la grada? - se preguntaba Owens.

Finalmente en 2007 se la jugó. Dio carpetazo al asunto que le atormentaba desde años atrás y manifestó publicamente que era gay. Desde entonces se ha convertido en uno de los mejores árbitros del mundo y él mismo reconoce que nunca se ha ofendido por nadie desde las tribunas ni desde el césped.

¿Cómo se llega a ser un gran árbitro de rugby? Logicamente aplicando el reglamento con rectitud pero también con mano izquierda. Y Nigel Owens ha dado muchas muestras de esto. La última ayer en un encuentro en el Thomond Park de Limerick entre Munster y Benetton. Estas fueron sus frases a Tobias Botes, inglés del equipo de Treviso.



- Creo que no nos conocemos de nada, pero en este campo yo soy el árbitro, no tú. Haz tu trabajo que yo haré el mío. Si te oigo gritar por cualquier cosa de nuevo, te penalizo. Esto no es fútbol.

Y e aquí la clave de todo. ¿Qué habría pasado con este árbitro en un campo de fútbol? La expresión "puto maricón" habría estado en la boca de muchísimos espectadores, dentro del campo y en sus casas. El mundo del rugby nos depara de vez en cuando estas sorpresas donde el respeto al otro, sea contrincante o el árbitró son de vital importancia.

Y sí, en el rugby se pegan. Pero por fortuna hay jueces respetados que llegan a hacer cosas como la que se ve en el video de abajo. Tras una trifulca Nigel Owens para el juego y...



... tras reunir a los 30 jugadores del campo les dice que él no ha visto nada de lo que ha generado la bronca pero que ya vale. Que, literalmente, si quieren ser tratados como adultos se comporten como tales. Y se acaba la movida. Los jugadores aceptan el rapapolvo. Y la grada también.

Esta es la historia de Nigel Owens. Una vida ligada al rugby. Un jefe. Y le quedan muchos partidos por dirigir.

P.D.: Y el 4 de febrero empieza el Seis Naciones. Solo quedan 21 días.


Jau, a las 14:25 horas del sábado, 14 de enero de 2011.
Escuchando a mi padre llamándome para comer.